Muere a los 89 años el expresidente de Uruguay José ‘Pepe’ Mujica, el revolucionario tranquilo

Muere a los 89 años el expresidente de Uruguay José ‘Pepe’ Mujica, el revolucionario tranquilo

Montevideo, 13 de mayo de 2025.- El mundo despide este martes a uno de los grandes referentes morales y políticos de América Latina. José ‘Pepe’ Mujica, expresidente de Uruguay, murió a los 89 años luego de enfrentar durante meses un cáncer que finalmente se volvió imbatible. La noticia fue confirmada por el presidente uruguayo Yamandú Orsi, su delfín político, quien lamentó la partida de quien fuera “un faro de sabiduría, humildad y coherencia”.

“Hasta acá llegué”, dijo Mujica en enero, anticipando con serenidad que el final estaba cerca. Con esa misma franqueza que lo caracterizó durante toda su vida, decidió vivir sus últimos días alejado de entrevistas y homenajes, en su chacra en Rincón del Cerro, junto a su compañera de toda la vida, Lucía Topolansky, y bajo la sombra de una secuoya donde también descansa su perra Manuela.

A lo largo de su vida, Mujica sobrevivió a seis balazos, diez años de prisión en condiciones infrahumanas, y la soledad absoluta que solo la dictadura militar pudo imponer. Salió de aquel pozo de un metro cuadrado más sabio, como él decía, y volvió a la vida política con una filosofía centrada en la austeridad, la libertad y la alegría de vivir con poco.

Guerrillero tupamaro en los años 60, fue preso político durante más de una década. Se convirtió en diputado en 1994, senador en 1999 y presidente en 2010, alcanzando casi el 55% de los votos. Desde el poder impulsó una agenda progresista que incluyó la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la regulación de la marihuana. Pero su legado va mucho más allá de las leyes: Mujica vivió como pensaba, rechazando los lujos y defendiendo una vida sencilla.

“Dicen que soy el presidente más pobre. Pobres son los que necesitan mucho para vivir”, solía decir mientras manejaba su viejo escarabajo celeste o recibía en su casa de campo a mandatarios y reyes con las botas llenas de barro.

A pesar de haber sufrido intensas torturas y vejaciones, nunca buscó revancha. “En la vida hay heridas que no tienen cura y hay que aprender a seguir viviendo. Si voy a cobrar las que tengo para cobrar… Dios me libre”, decía con lucidez y una pizca de humor.

Hasta su último suspiro, mantuvo su fe en el ser humano. “Yo me dediqué a cambiar el mundo y no cambié un carajo, pero le di sentido a mi vida”, confesó poco antes de morir. “Moriré feliz”.

Con Mujica se va un símbolo de dignidad, rebeldía, ternura y sentido común. Su legado vive no solo en las leyes que promovió, sino en la forma de vivir que inspiró. Como él mismo pidió, descansará “debajo de la secuoya grandota”. Y ahí quedará, sembrado como una semilla de futuro.