En un acto de violencia sin precedentes, entre dos y cinco hombres armados irrumpieron en la sala Crocus City Hall, situada en Krasnogorsk, a las afueras de Moscú, desencadenando una tragedia que ha dejado al menos 40 personas muertas y un centenar de heridos, algunos en estado crítico. El ataque, descrito como un «acto terrorista sangriento» por el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, comenzó con disparos indiscriminados contra los asistentes a un concierto, seguidos por un incendio premeditado que consumió gran parte del edificio.
Los relatos de testigos describen escenas de caos y desesperación mientras la multitud intentaba huir de la sala de conciertos. Los primeros en caer fueron los guardias de seguridad, que se vieron superados por la violencia de los atacantes. Mientras tanto, las autoridades rusas han desplegado una respuesta rápida, deteniendo a un sospechoso y movilizando unidades especiales de la policía y equipos de rescate para enfrentar la emergencia.
Este atentado, de una magnitud sin precedentes en la región, ha generado una ola de conmoción y pesar en todo el país. Las embajadas occidentales habían emitido advertencias sobre posibles ataques terroristas en Moscú en los días previos, lo que ha llevado a un debate sobre la seguridad y la preparación de Rusia frente a estas amenazas. Mientras tanto, Ucrania ha negado rotundamente cualquier implicación en el ataque, desvinculándose por completo de estos actos de violencia sin sentido.