Bolivia, 6 de enero de 2025.- Durante siglos, la Amazonía ha sido percibida como un territorio inhóspito para el desarrollo de civilizaciones complejas, un ‘paraíso falso’ donde la vida parecía limitarse a pequeños grupos humanos dependientes de la caza, la pesca y la recolección. Sin embargo, recientes investigaciones están reescribiendo este relato. En el corazón de los Llanos de Mojos, Bolivia, un vasto sistema de canales y montículos monumentales revela una historia de urbanismo disperso, prácticas agrícolas avanzadas y una innovadora relación con la fauna local.
El pueblo Casarabe, que floreció entre los años 500 y 1400 d.C., protagoniza este capítulo inédito de la historia amazónica. Excavaciones en los sitios de Salvatierra y Mendoza han sacado a la luz restos humanos y animales que, tras ser sometidos a análisis de isótopos estables, nos descubren detalles fascinantes: el maíz no solo fue un pilar alimenticio de esta cultura, sino que también sirvió para alimentar a los patos criollos, marcando uno de los primeros intentos de domesticación animal en el continente sudamericano, publicó Muy Interesante.
El maíz llegó a la Amazonía hace más de 6.000 años, pero fue en los Llanos de Mojos donde esta planta se convirtió en una pieza clave para el desarrollo de las sociedades precoloniales. Los análisis realizados sobre huesos humanos muestran que este cereal dominó la dieta de los Casarabe entre los siglos VII y VIII, un período en el que su consumo alcanzó niveles nunca antes registrados en la región. Este hallazgo desafía la idea de que la yuca, más resistente a las condiciones tropicales, era el único cultivo viable en la Amazonía.
Los restos de maíz encontrados en las excavaciones no solo son testigos de su importancia alimenticia. También revelan que los Casarabe desarrollaron sistemas agrícolas avanzados, capaces de adaptarse a un entorno desafiante. Sus vastas redes de canales, que conectaban montículos habitacionales y ceremoniales, no solo facilitaban el transporte y el comercio, sino que también cumplían una función clave en la irrigación de los cultivos. Este ingenioso manejo del agua garantizó cosechas constantes, incluso en un paisaje marcado por inundaciones estacionales.
Entre los restos animales hallados en Salvatierra, destacan los de patos criollos, una especie originaria de América Central y del Sur. Análisis isotópicos de sus huesos indican que estos animales consumían grandes cantidades de maíz, algo improbable en un entorno natural. Además, los restos presentan signos de confinamiento, lo que sugiere prácticas tempranas de manejo animal.
Esta evidencia posiciona a los patos criollos como uno de los pocos vertebrados domesticados en las tierras bajas sudamericanas antes de la llegada de los europeos. Al alimentarlos con maíz y mantenerlos cerca de los asentamientos, los Casarabe no solo aseguraban una fuente de proteínas, sino que también integraban estas aves en su economía y cultura.
Aunque se sabe que el pato criollo fue domesticado en otras regiones del continente, esta es la primera prueba directa de su manejo en la Amazonía. Los investigadores sugieren que esta práctica pudo haber desempeñado un papel importante en la sostenibilidad de las comunidades Casarabe, al complementar una dieta basada en cultivos con recursos animales.
El descubrimiento de los restos de maíz y patos no puede desvincularse del contexto urbano en el que se desarrollaron estas prácticas. Los Casarabe construyeron una red de asentamientos conectados por más de 1.000 kilómetros de canales y calzadas, creando un paisaje de baja densidad urbana que abarcaba más de 4.500 kilómetros cuadrados.
Estos montículos no solo eran habitacionales; algunos tenían funciones ceremoniales y otros albergaban áreas agrícolas. Este diseño demuestra una planificación sofisticada, orientada a maximizar los recursos del entorno sin comprometer la sostenibilidad. Además, el sistema de canales no solo facilitaba el transporte de bienes y personas, sino que también ayudaba a regular los niveles de agua durante las inundaciones estacionales.
Los hallazgos relacionados con los Casarabe están transformando nuestra comprensión de la Amazonía precolonial. Ya no se ve como una región dominada por pequeños grupos dispersos, sino como un mosaico de sociedades complejas, capaces de transformar su entorno y dejar un legado duradero.
La integración del maíz en la dieta humana y animal, combinada con prácticas agrícolas e hidráulicas avanzadas, subraya la capacidad de los Casarabe para prosperar en un ecosistema desafiante. Este descubrimiento también invita a reflexionar sobre cómo las sociedades modernas pueden aprender de estas estrategias sostenibles para enfrentar los desafíos actuales relacionados con la seguridad alimentaria y el cambio climático.
El legado de los Casarabe, marcado por su innovación y adaptación, nos recuerda que la Amazonía no solo fue un refugio para la biodiversidad, sino también un crisol de creatividad humana que merece ser celebrado y estudiado.