Mundo, 08 de octubre de 2024.- Durante un año y medio, Juan Domingo Perón metió en su cama de la residencia presidencial a Nelly Rivas, una adolescente de 14 años. Cuando el general argentino cayó, a la muchacha la internaron en un centro para menores delincuentes. El abogado que la defendió contaría después en un libro el escandaloso episodio y el kafkiano proceso.
Ella tenía 14 años; él, 58. Ella era hija de una portera y un empleado de fábrica; él presidente de la República Argentina. Se conocieron en la residencia presidencial, a donde iba ella junto con otras jovencitas a entretener al presidente.
Cuando él le habló por primera vez, ella quedó fascinada y cayó presa de una atracción adolescente. «¿Cómo te llamas?», preguntó a la muchacha el general Juan Domingo Perón. La chica se quedó muda ante aquel hombre «alto, con botas y briches blancos (‘pantalones de montar’)» que le pareció «más varonil que en las fotografías». Desde ese preciso instante, Nélida Haydeé Rivas, Nelly, se propuso un plan: «No separarme nunca más de este hombre».
La relación perturbó la vida a Nelly y a sus padres para siempre. Para Juan Domingo Perón, sin embargo, pudo ser solo un juvenil consuelo tras haber quedado viudo de Eva Duarte.
Perón y Nelly compartieron dormitorio en la residencia presidencial durante un año y medio. Del palacio y de aquella tóxica relación salió finalmente a bombazos, durante el levantamiento contra Perón de 1955. El general partió al exilio; la muchacha fue encerrada en un asilo para menores delincuentes; y sus padres fueron encarcelados, acusados de cómplices de un delito de estupro. Según la RAE: coito con persona mayor de 12 años y menor de 18, prevaliéndose de superioridad, originada por cualquier relación o situación.
Aquella historia que incendiaría la prensa de la época sería rescatada mucho después por Juan Ovidio Zavala. El abogado que representó a Nelly y a sus padres, en un kafkiano proceso judicial que se prolongó durante diez años, reconstruyó su historia en Amor y violencia, un libro que publicaría Planeta Argentina.
«Muchas chicas fuimos abobadas por él. El general alimentaba nuestras agitaciones corporales», dice Nelly
Nelly sintió un potente flechazo por el presidente. Y se propuso vencer en la batalla que las jovencitas de la Unión de Estudiantes Secundarios, un club deportivo reclutado para visitar y distraer al general Perón, libraban por ganar su atención. «Muchas fuimos abobadas por él», relata Nelly a su abogado. El general «alimentaba nuestro romanticismo y nuestras agitaciones corporales», añade.
Las muchachas circulaban en ciclomotor por los jardines del palacio, almorzaban con el presidente y aprovechaban para hacerle peticiones. Cuando a Nelly le tocó sentarse a su lado, le solicitó una vivienda social para sus padres. La consiguió. Otro día se las ingenió para verlo a solas en el jardín. A la semana siguiente, un coche oficial pasó a buscar a la muchacha a la humilde portería de sus padres en el pueblecito de Chacabuco.
Una segunda Evita. Las niñas del club estudiantil que acudían a entretener a Perón querían conquistarlo. «Cada una de nosotras quería ser una segunda Evita», confiesa Nelly.
Perón la recibió en su despacho acompañado por uno de sus ministros. Luego le encomendaron el cuidado de los perros del general: Monito y Tinolita. Y el 15 de enero de 1954, como los perros estaban enfermos, el mayordomo le dijo: «Quédate a cuidarlos».
«No me sacaron nunca más. Una de las habitaciones que nadie usaba y que había sido dormitorio de Evita terminó siendo donde me acomodaron», cuenta Nelly. Abandonó los estudios. Pasó de vivir en una casa de un dormitorio a habitar en un suntuoso palacio cubierto de alfombras persas.
Perón le escribió cartas encabezadas por un «nenita querida», y con «un gran beso de tu papi» como despedida
Durante el día, Nelly jugaba con los perros. Durmió sola varias noches, exaltada, porque había decidido perder la virginidad con Perón. La cuarta noche, con la excusa de ver la televisión, se metió en el dormitorio del general. Se instaló allí.
Perón le encomendó una ocupación: decorar una residencia universitaria. Encargó a unas señoras que la acompañaran a comprarse ropa y el 6 de marzo de 1954 la lució en público, en la inauguración del Festival Cinematográfico Internacional de Mar del Plata. «Entre gente importantísima de todo el mundo, me porté como una dama, y él me lo dijo», recuerda Nelly.
Ella se fijó en él. Perón enseñó a Nelly a montar en ciclomotor. Un día, la joven se escondió durante más de una hora detrás de un árbol para abordar, a solas, al general. Cinco días después, un coche oficial recogió a Nelly de casa de sus padres y la llevó a la del presidente.
La muchacha estaba presente en importantes almuerzos. Se fijaba en los modales de los comensales. Y callaba: «Yo nunca intervenía en una conversación sobre política, y hablaba cuando él o alguna de las personas mayores me daba pie».
Era una chiquilla. Acababa de celebrar su 15 cumpleaños en la residencia presidencial, pero «hacía ya tiempo que me sentía su mujer. Él me trataba como tal», afirma.
«Hacía ya tiempo que me sentía su mujer. Él me trataba como tal»
Su sueño terminó el 16 de junio de 1955, cuando una escuadrilla aeronaval bombardeó la sede presidencial. Noventa días después cayó Perón. «Andate ya mismo a tu casa. Llevate los perros. Nos vemos pronto», le dijo el general antes de refugiarse en la Embajada de Paraguay. Al día siguiente llegó a casa de los Rivas un paquete con 400.000 pesos, pero pronto comenzó la pesadilla.
Por: Fátima Uribarri