A sus 63 años Paulina Siñani se han convertido en uno de los símbolos de El Alto pujante. Desde hace 20 años, esta mujer dedica gran parte de su vida a la forestación de una de las ciudades más altas del mundo.
Con una sonrisa en el rostro y el ímpetu alto, Paulina continúa con su trabajo en la zona de Amachuma, en la urbe alteña.
Mientras le habla al pequeño pino que está a punto de plantar, ella cava una un hoyo de 40 centímetros de diámetro y con mucho cuidado procede a enterrar la base del plantín.
“Encargado siempre dejamos. Vas a crecer, vas a tratar de no morir, voy a traerte agüita también”, dice la mujer a la planta, mientras augura que no que se seque por los vientos helados de la región.
Haciendo honor a su nombre, El Alto se encuentra a 4.061 metros sobre el nivel del mar, su tierra árida y los vientos helados hacen poco posible que la vida vegetal fluya por si sola.
Doña Paulina participa del programa de arborización de la alcaldía de El Alto, que tiene como objetivo plantar casi 300 plantines al día. Su anhelo es hacer de esa urbe una ciudad más verde.
Sus allegados destacan su compromiso y la pasión que derrocha cuando comienza con la forestación de los “pulmones verdes de la ciudad”.
“Siempre nos dice que se planta con todo amor, con todo cariño, que tenemos que querer como a un hijo. ‘Ahora tu wawa ya va a salir’, así me dice a mí”, destacó Jhosseline Callisaya, amiga de la adulta mayor.
La mujer de 63 años encontró en la forestación un aliado para “existir”, tras perder su empleo de barrendera hace más de dos décadas.
La señora Paulina y sus compañeras están convencidas que las plantas no sólo decoran los espacios y ayudan al medio ambiente, sino crean espacios felices.
Fuente: Unitel